Aquí van los tres últimos conceptos a tener en cuenta para convertirte en auditor. Con ellos, habré cumplido mi promesa de que sean 9.
- Tenacidad
Como las auditorías tienen un tiempo determinado, todo minuto que no se dedica a auditar es un minuto perdido (o ganado, según el punto de vista desde el que se mire). El éxito de una auditoría radica en que no haya dudas sobre el cumplimiento de los requisitos de los que se trate, y que si hay dudas, éstas se vean disipadas con evidencias. Así, el auditor debe ser persistente; orientado hacia el logro de estos objetivos.
El auditado en ocasiones intentará maniobras de distracción, especialmente si considera que el auditor está a punto de detectar un incumplimiento. Porque no nos engañemos: en ciertos casos, el auditado sabe mucho mejor que el auditor dónde está incumpliendo.
El auditor no debería dejar un tema hasta estar seguro de si hay o no cumplimiento. Y todo ello, teniendo en cuenta el tiempo disponible para la auditoría. Nadie dijo que esto fuera fácil...
- Decisión
En muchas auditorías se generan dudas sobre la validez de las evidencias y explicaciones aportadas por los auditados. En ese momento corresponde al auditor la toma de decisión sobre lo que se considera una no conformidad, y por lo tanto figurará en el informe final, y lo que no. Esa toma de decisiones debe estar basada en el análisis de lo visto, y en la lógica, y el resultado debe ser aceptable para ambas partes,
Una vez alcanzada la decisión, el auditor debe mantenerse firme en ella. Cualquier vacilación podría ser percibida por el auditado como una debilidad, y se podría perder la confianza en el auditor, poniendo en riesgo el éxito de la auditoría.
- Seguridad en sí mismo
Aunque pueda haber un equipo de auditores, lo normal es que las tareas se repartan, y en las actividades de auditoría propiamente dichas intervenga un solo auditor. Éste deberá actuar de forma independiente a la vez que se relaciona eficazmente con las demás personas.
El auditor debe transmitir que sabe lo que quiere, que conoce lo que está comprobando, y que por lo tanto es digno de confianza en sus juicios y decisiones.
Todo lo anterior, independientemente de que se tenga de nacimiento, se puede adquirir y perfeccionar. Nunca hay que olvidar el principio fundamental de que la auditoría requiere una interacción con otros profesionales, y hay que comportarse adecuadamente, como marca la buena educación.
Ahora, a probar... y suerte
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