- Protágoras, amigo, ¿quieres ser feliz? - pregunta Demócrito
- Por supuesto, como todos. Pero no está claro como puedo encontrar la felicidad - responde el interpelado.
- Es muy sencillo - continúa Demócrito - tienes que prescindir de las cosas materiales, que son sólo transitorias y al final crean la infelicidad. Sólo podrás encontrar la felicidad deseándola.
- Pues yo lo deseo, pero estoy más bien bajo de ánimo... - piensa en voz alta - Igual te equivocas, amigo. Las cosas no son más que como uno las percibe, así que si yo percibo que todo a mi alrededor me hace infeliz, pues no tengo más remedio que serlo.
- En ningún caso - interrumpe Demócrito, viendo que a su colega se le ensombrece la mirada - Las cosas que te rodean no son más que un conjunto de átomos muy duros rodeados de vacío, lo que les permite cambiar de forma y adaptarse a las necesidades de la naturaleza. Pero eres tú quien debe desear que las cosas malas se vuelvan buenas.
- No sé... Creo que las personas somos la única medida de las cosas. El bien y el mal no existen como tales, sino como una percepción determinada en cada momento - dice finalmente Protágoras, sin creer que pudiera convencer al otro.
- Te digo yo que con el deseo basta - intenta concluir Demócrito, algo molesto ya por la ignorancia de su amigo
- Estoy convencido de que te equivocas - zanja Protágoras - y para demostrártelo, te propongo un juego. Tanto tú como yo hemos jugado a la ostrakinda cuando éramos niños. ¿recuerdas?
- Claro - responde simplemente Demócrito - pero en tu calle jugábais diferente a como lo hacíamos en la mía.
- Pues bien, imagínate que yo no tengo muy claras las reglas, y te pregunto cosas para conocerlas. ¿Crees que serías capaz de responder a mis preguntas? - le dice con una sonrisa no exenta de cierta maldad.
- Sin problemas - asegura Demócrito.
- Bien, comencemos.... Primera pregunta: ¿Se necesita alguna herramienta para jugar? - preguntó Protágoras recalcando la palabra "herramienta"
- Bueno, herramienta como tal, no. Sólo una concha marina - responde con cierta duda Demócrito.
- Perfecto - dice Protágoras - Otra pregunta: ¿Cómo se utiliza esa concha marina?
- Pues se mancha con carbón uno de los lados - continua Demócrito con el tono semi aburrido de quien está explicando algo que el otro ya conoce - Y ya sabes que hay dos equipos: el "día" y la "noche", y se juega en una plaza grande. Uno de los niños tira al aire la concha y si cae del lado manchado el equipo "noche" persigue al "día" y si es al revés, pues es el "día" el que persigue a la "noche".
- Y ahora una última pregunta - concluye Protágoras - ¿Qué pasa cuando un miembro del equipo que persigue alcanza a uno de otro equipo?
- Sencillo, el alcanzado tiene que llevar a quien lo alcanzó en su espalda hasta el lugar de inicio del juego, donde se encuentra la concha marina - Explica Demócrito.
- Gracias por tus respuestas - dice Protágoras - acabas de explicarme perfectamente el proceso del juego. Pero lamento decirte que ese juego tiene varios fallos que lo hacen imposible para un niño de Xanthi
- ¿Y por qué ese juego se puede jugar aquí, en Abdera, y no en Xanthi? - se extraña Demócrito.
- Muy fácil - responde Protágoras con aire de suficiencia - Xanthi está lejos del mar. No tienen acceso fácil a conchas marinas. Y es una ciudad con muy pocos espacios abiertos, ni plazas grandes en las que los niños puedan correr... Según lo que me has explicado, no es posible.
- Siempre puedes cambiar la concha por un trozo de cerámica. Y nadie ha dicho que no se pueda jugar por las calles. Hace el juego, si cabe, más difícil, y por lo tanto más divertido - Intenta justificarse Demócrito.
- Estoy de acuerdo, pero todo eso no me lo has dicho cuando te pregunté, y por eso saqué la conclusión de que el juego era imposible en Xanthi - Concluye Protágoras - ¿Entiendes ahora por qué te decía que lo que está bien y lo que está mal sólo depende de cómo se perciban las cosas, y no de lo que las cosas sean en realidad?
- No me convence tu forma de pensar, amigo - dice finalmente Demócrito tras una pausa - pero me ha gustado tu juego de preguntas. La próxima vez tendré más cuidado al responder.
- Cuando quieras jugamos de nuevo, y te dejo en evidencia - se sonríe Protágoras - pero tenemos que darle un nombre a este juego nuestro....
- Podemos llamarlo "élenjos", porque estás controlando lo que sé y lo que no - decide Demócrito tras unos segundos.
- Me parece perfecto. Quién sabe si en el futuro otras personas jugarán al "élenjos" como nosotros - se pregunta Protágoras en voz alta.
- Yo creo que sí. ¿Acaso no nos ha traído unos minutos de felicidad? - sentencia Demócrito.
Y así nació el juego del "élenjos" en el que alguien pregunta cómo se hace algo, y en función de las respuestas, determina si ese algo pertenece al bien o al mal."Élenjos" o "έλεγχος" se puede traducir del griego como "control", o "auditoría". La auditoría, por lo tanto, es una herramienta más en esa búsqueda.