miércoles, 25 de mayo de 2022

La búsqueda del bien y del mal a través de las auditorías

Aunque no ha llegado evidencia documental alguna hasta nuestros días, se cree que en la desaparecida ciudad de Abdera, en Grecia, allá por el siglo IV A.C., dos filósofos conversaban de la siguiente manera:




- Protágoras, amigo, ¿quieres ser feliz? - pregunta Demócrito
- Por supuesto, como todos. Pero no está claro como puedo encontrar la felicidad - responde el interpelado.
- Es muy sencillo - continúa Demócrito - tienes que prescindir de las cosas materiales, que son sólo transitorias y al final crean la infelicidad. Sólo podrás encontrar la felicidad deseándola.
- Pues yo lo deseo, pero estoy más bien bajo de ánimo... - piensa en voz alta - Igual te equivocas, amigo. Las cosas no son más que como uno las percibe, así que si yo percibo que todo a mi alrededor me hace infeliz, pues no tengo más remedio que serlo.
- En ningún caso - interrumpe Demócrito, viendo que a su colega se le ensombrece la mirada - Las cosas que te rodean no son más que un conjunto de átomos muy duros rodeados de vacío, lo que les permite cambiar de forma y adaptarse a las necesidades de la naturaleza. Pero eres tú quien debe desear que las cosas malas se vuelvan buenas.
- No sé... Creo que las personas somos la única medida de las cosas. El bien y el mal no existen como tales, sino como una percepción determinada en cada momento - dice finalmente Protágoras, sin creer que pudiera convencer al otro.
- Te digo yo que con el deseo basta - intenta concluir Demócrito, algo molesto ya por la ignorancia de su amigo
- Estoy convencido de que te equivocas - zanja Protágoras - y para demostrártelo, te propongo un juego. Tanto tú como yo hemos jugado a la ostrakinda cuando éramos niños. ¿recuerdas?
- Claro - responde simplemente Demócrito - pero en tu calle jugábais diferente a como lo hacíamos en la mía.
- Pues bien, imagínate que yo no tengo muy claras las reglas, y te pregunto cosas para conocerlas. ¿Crees que serías capaz de responder a mis preguntas? - le dice con una sonrisa no exenta de cierta maldad.
- Sin problemas - asegura Demócrito.
- Bien, comencemos.... Primera pregunta: ¿Se necesita alguna herramienta para jugar? - preguntó Protágoras recalcando la palabra "herramienta"
- Bueno, herramienta como tal, no. Sólo una concha marina - responde con cierta duda Demócrito.
- Perfecto - dice Protágoras - Otra pregunta: ¿Cómo se utiliza esa concha marina?
- Pues se mancha con carbón uno de los lados - continua Demócrito con el tono semi aburrido de quien está explicando algo que el otro ya conoce - Y ya sabes que hay dos equipos: el "día" y la "noche", y se juega en una plaza grande. Uno de los niños tira al aire la concha y si cae del lado manchado el equipo "noche" persigue al "día" y si es al revés, pues es el "día" el que persigue a la "noche".
- Y ahora una última pregunta - concluye Protágoras - ¿Qué pasa cuando un miembro del equipo que persigue alcanza a uno de otro equipo?
- Sencillo, el alcanzado tiene que llevar a quien lo alcanzó en su espalda hasta el lugar de inicio del juego, donde se encuentra la concha marina - Explica Demócrito.
- Gracias por tus respuestas - dice Protágoras - acabas de explicarme perfectamente el proceso del juego. Pero lamento decirte que ese juego tiene varios fallos que lo hacen imposible para un niño de Xanthi
- ¿Y por qué ese juego se puede jugar aquí, en Abdera, y no en Xanthi? - se extraña Demócrito.
- Muy fácil - responde Protágoras con aire de suficiencia - Xanthi está lejos del mar. No tienen acceso fácil a conchas marinas. Y es una ciudad con muy pocos espacios abiertos, ni plazas grandes en las que los niños puedan correr... Según lo que me has explicado, no es posible.
- Siempre puedes cambiar la concha por un trozo de cerámica. Y nadie ha dicho que no se pueda jugar por las calles. Hace el juego, si cabe, más difícil, y por lo tanto más divertido - Intenta justificarse Demócrito.
- Estoy de acuerdo, pero todo eso no me lo has dicho cuando te pregunté, y por eso saqué la conclusión de que el juego era imposible en Xanthi - Concluye Protágoras - ¿Entiendes ahora por qué te decía que lo que está bien y lo que está mal sólo depende de cómo se perciban las cosas, y no de lo que las cosas sean en realidad?
- No me convence tu forma de pensar, amigo - dice finalmente Demócrito tras una pausa - pero me ha gustado tu juego de preguntas. La próxima vez tendré más cuidado al responder.
- Cuando quieras jugamos de nuevo, y te dejo en evidencia - se sonríe Protágoras - pero tenemos que darle un nombre a este juego nuestro....
- Podemos llamarlo "élenjos", porque estás controlando lo que sé y lo que no - decide Demócrito tras unos segundos.
- Me parece perfecto. Quién sabe si en el futuro otras personas jugarán al "élenjos" como nosotros - se pregunta Protágoras en voz alta.
- Yo creo que sí. ¿Acaso no nos ha traído unos minutos de felicidad? - sentencia Demócrito.

Y así nació el juego del "élenjos" en el que alguien pregunta cómo se hace algo, y en función de las respuestas, determina si ese algo pertenece al bien o al mal."Élenjos" o "έλεγχος" se puede traducir del griego como "control", o "auditoría". La auditoría, por lo tanto, es una herramienta más en esa búsqueda.