viernes, 10 de noviembre de 2017

Un café, por favor. Normal.

El café es un concepto recurrente en mis cursos. No porque sean muy aburridos y haya que tomarlo a litros para soportarlos, que también, sino porque en muchos de los cursos que imparto, a la hora de mostrar lo fácil o difícil que puede resultar escribir un procedimiento, le pido a los asistentes que escriban, en cinco minutos un procedimiento para "beber café".

Hablar de procedimientos lleva a pensar en la calidad, y hay que tener en cuenta que el día 7 de Noviembre fue el Día Mundial de la Calidad. Esa noche, acudí a una cena de trabajo.

Situamos la escena en un restaurante de la madrileña calle de Zurbarán, a las ocho de la tarde. Asisten ocho personas con la intención de preparar una Mesa Redonda sobre Formación Profesional que se celebraría al día siguiente. Sale, inevitablemente, el tema del café y de sus diferentes formas de preparación (vaya, no soy el único que tiene en mente el café como ejemplo práctico de diversidad) y uno de los comensales expone una de las maneras que tiene de llamar a un determinado café.

Tanto nos sorprende, que empiezo a darle vueltas a la dimensión de semejante definición, y me propongo comprobar si lo que dice tiene sentido. He tardado tres días en tomar acción: Esta mañana he ido a desayunar a un bar. Me he apoyado en la barra y he esperado a que me atendieran.

- "Buenos días, le digo al camarero cuando me mira, ¿me pone una tostada con mantequilla y mermelada y un café?, por favor.
- Buenos días, me responde el camarero, una tostada y... ¿cómo quiere el café?
- Pues uno normal, respondo con absoluta normalidad.
- ¿Con leche? me pregunta extrañado.
- No, uno estándar, por favor, intento indicarle.
- Disculpe, pero creo que no le entiendo. Le preguntaba por el café, que cómo lo quiere. La cara del camarero indicaba bien a las claras que no miente. Es verdad que no me ha entendido.
- Pues uno básico, digo en tono conciliador, como última posibilidad para aclarar el malentendido.
- Pues verá usted, está un poco serio, como con ánimo de terminar la conversación, le puedo poner un café solo, uno con leche, un cortado, o lo que quiera, pero uno básico no sé lo que es.



Bien. Al menos en ese bar, no puedo aplicar los calificativos de "normal", "estándar" o "básico" al café. Eso me deja más tranquilo, porque el ejemplo de mis cursos sigue siendo pertinente.

Para los curiosos. Al final me tomé un café solo. Sin azúcar.
Le expliqué al camarero lo que había pasado, y que le había elegido como "cobaya" para el experimento social-cafetero que iba a hacer, y que lo escribiría en este blog (de hecho empecé allí mismo con el portátil, que algunos llaman "laptop", vaya usted a saber por qué). Me pidió que no citara su nombre, pero me prometió que entraría a leerlo cuando estuviera publicado y me invitó al café. Mañana volveré a desayunar allí. Es un tío majo.

1 comentario:

  1. Prece imposible hacer algo fuera de un esquema previo. Ni siquiera tomar un café básico. A mi también me pasa cuando propongo algo que la gente no ha visto en algún medio en el que le digan que eso, precisamente, es lo que hay que hacer.

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