martes, 31 de octubre de 2017

De Islandia a Grecia en coche, o las galletitas de un taiwanés con sombrero

Había oído de Islandia, entre otras cosas curiosas, que tiene más ovejas que personas y más volcanes que pueblos habitados. Me habían comentado que puedes bañarte en agua caliente rodeado de nieve, y también me había llegado el rumor de que los habitantes tienen una obsesión casi enfermiza por pagar impuestos. Desconozco si todo eso es totalmente cierto, o se trata de leyendas urbanas, en todo o en parte. Lo que sí parece claro, con esos antecedentes, es que se trata de una tierra en la que lo más extraño podría hacerse realidad.

A ver, pongámonos en situación: Llegamos allí, otro auditor y yo, sobre las 22:00 hora local y es noche cerrada, por supuesto. Pretendemos recoger un coche de alquiler para poder ir al hotel a descansar después de haber cruzado media Europa. Hasta ahí, todo normal. 

En la oficina de alquiler, sólo hay una persona, por lo que todo tiene pinta de ir más o menos rápido, así que, por ganar un poco de tiempo, saco la reserva del hotel, que llevo impresa, y me dispongo a meter la dirección en el Google Maps, para tener una idea de cuánto vamos a tardar en llegar... Me dice que mi hotel está a 5900km, y que tardo 120 horas en llegar, porque no hay tráfico... menos mal. Lo comento con mi compañero:

- "Quita, que ya lo miro yo. A saber qué has puesto - me dice.
- Pues el nombre del hotel, el que pone en la reserva - me justifico yo, un poco mosqueado.
- No tienes ni idea. A ver, trae aquí. Pon la dirección, que es más seguro, que hoteles con el mismo nombre puede haber, pero la dirección no falla" - y me quita el papel de la reserva de las manos. Yo creo que se está cachondeando de mí...

Mientras tanto, en el mostrador, el cliente que va delante de nosotros, un tipo con traje negro y sombrero al que sólo he visto de espaldas, parece tener un problema insoluble, porque no hace más que enseñarle su teléfono al empleado... Es posible que a él también le hayan dado un hotel que no aparece en el mapa. A lo mejor no soy tan torpe, pienso esperanzado, y hay una conspiración mundial en contra de los que llegamos a Islandia hoy a esta hora.

- "¿Pero tú has visto lo que nos han dado? - me pregunta de pronto mi compañero sacándome de mis paranoias conspirativas.
- No, la verdad es que no lo he mirado. Me llegó la reserva de la agencia de viajes, te la reenvié, y la imprimí. - A estas alturas, mi experiencia como auditor me empezaba a dejar claro que habíamos cometido un fallo de control de calidad, y que teníamos un problema con el hotel...
- Pues que sepas que tenemos una reserva para hoy... en Kefalos, Grecia - dijo con toda tranquilidad.
- Nos pilla un poco a trasmano... Habrá que avisar de que llegamos tarde" -  le contesté con la misma tranquilidad para tocarle un poco las narices, visto que teníamos efectivamente un problema.

A todo esto, el individuo del sombrero sigue en el mostrador con su teléfono, hablando con el empleado, que cada vez parece más desesperado. En esto, se da la vuelta, y se pone a hablar con nosotros. Es ese tipo de personas que siente la absoluta necesidad de dar información sobre él, como si nos importara a los demás. En un momento nos enteramos de que es taiwanés, de que ha llegado a Islandia con la intención de ver la aurora boreal, y de que es muy importante dormir mucho y bien, porque durante las horas de sueño el cuerpo se regenera y unas 300 vitaminas hacen su trabajo mientras dormimos, recargándonos las baterías internas. Tras esa avalancha de información, abre la maleta que llevaba, y nos ofrece galletitas taiwanesas a los presentes, porque, según dice, son las mejores y no hay otras iguales en el mundo.
Y todo esto, sin perder la sonrisa, como si se lo creyera. Alucinante el tío. Lástima que ante su verborrea no me diera tiempo a preguntarle su nombre, o mejor aún, a hacerme un selfie con él... Elementos así no se los encuentra uno todos los días.

Al final, se despide porque ya le dan el coche...

En este punto, mi compañero ya anda un tanto impaciente. Le tendré que preguntar por qué, porque en ese momento todavía no teníamos dónde ir, así que tener el coche antes o después era secundario.

El taiwanés vuelve a entrar con el empleado a los dos minutos. Se ve que sigue teniendo problemas insolubles. Cinco minutos después, parece que todo se ha arreglado, y parece que se va definitivamente. Nos atienden y en tres minutos estamos en el coche, aun sin saber a dónde ir, así que decidimos ir hacia la capital, que está a 50 km, y donde, llegado el caso, será más fácil encontrar un sitio donde dormir a cubierto.

Esta situación es un claro ejemplo de los problemas en los que te puedes meter por una sencilla falta de control de calidad de producto terminado. Evidentemente, de haber comprobado la reserva de hotel en el momento en el que me la dieron, nunca hubiéramos llegado a estos extremos. Las auditorías no lo son todo en calidad... También hace falta un poco de control.

P.D: Afortunadamente, la agencia de viajes con la que trabajamos tiene un servicio de emergencias 24 horas, para casos absurdos como este, por lo que les llamé para que nos arreglaran el desaguisado.
Una hora y media después, mientras comíamos un bocadillo prefabricado en una gasolinera (porque a las 23:30, en Islandia, está todo cerrado, no por gusto) me llamaron para decirme que sólo habían podido encontrar un hotel de una estrella.

Pero eso es otra historia que debe ser contada en otra ocasión.

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