Un día, para mi primer trabajo, un entrevistador me preguntó inocentemente: "¿Cómo te verías trabajando en Calidad?". En aquel momento no supe qué decir, y así me fue...
jueves, 21 de marzo de 2019
El Auditor me tiene manía
martes, 29 de enero de 2019
¿Cómo te explico yo de qué va esto?
Un día cualquiera de hace algunos años, cuando mi hijo mayor tenía poco más de tres lo recojo de la guardería, lo siento en el coche y como tantas otras veces le pregunto:
-"¿qué tal hoy? ¿te lo has pasado bien?
- Sí."
No esperaba ni una respuesta diferente, ni muchos más detalles. Era un día totalmente normal.
-"¿y qué has hecho hoy? - continué con el "interrogatorio" habitual.
- Nos han preguntado por los trabajos de papá y mamá" - dijo, para mi sorpresa, saliéndose de las respuestas habituales "nada" y "no me acuerdo"
Por algún motivo que desconozco, es costumbre que al menos una vez al año, en las guarderías pregunten a los niños en edad preescolar por los trabajos de sus padres. Las respuestas, como no puede ser de otra manera, están llenas de inocencia llegando en ocasiones a ser divertidas, por lo que estaba interesado en saber qué había dicho él, sobre todo teniendo en cuenta que en casa se habla poco del trabajo y que si tengo algo de trabajo que hacer en casa, prefiero hacerlo por la noche cuando todos se han dormido.
- "Muy bien ¿y tú qué has dicho? - me interesé.
- Nada, porque no te he visto trabajar nunca..." - dijo sin más.
Ante tan duras declaraciones pensé que era necesario aclarar algunos conceptos.
La primera dificultad iba a ser ponerle nombre al trabajo. Los niños de tres años saben lo que es un bombero, un policía, un taxista o un cocinero, por ejemplo, y un médico o un jardinero no les son desconocidos. Dentro del sector de la aviación, los trabajos de piloto o de mecánico son fáciles de explicar. Casi todas esas profesiones u oficios aparecen a menudo en los cuentos o en los dibujos animados de la tele. Pero ¿cuántos ingenieros salen en esos cuentos y en esos dibujos? Y lo que es más terrible... ¿cuántos auditores son protagonistas de las historias infantiles?
Ante este desolador panorama, decido contarle brevemente lo que hago, por si en algún momento le vuelven a preguntar.
- "Pues mira - empiezo mi explicación con bastante poco convencimiento - tú sabes que los juguetes suelen tener instrucciones, ¿verdad?
- Sí, ¡como el juego de los aros que tengo en casa! - Contestó con una sonrisa
- Eso es. Y las instrucciones te dicen cuál es la manera correcta de utilizar el juguete. ¿no?
- Sí - dijo esta vez dejando entrever cierta duda.
- Yo no trabajo con juguetes, sino con aviones, y otra mucha gente a mí alrededor trabaja también con los mismos aviones. Cada uno de esos trabajos tiene instrucciones y el mío consiste en que si alguien no sigue las instrucciones, se lo digo para que a partir de ese momento lo haga. A eso se le llama ser auditor. ¿Qué te parece? - mientras decía esto yo veía en su cara que no era lo que esperaba...
- Vale. Eso quiere decir que le dices a la gente cómo tiene que jugar a trabajar. - concluyó.
- Bueno. No es del todo eso, pero es algo así - finalicé la explicación con una pequeña sonrisa.
En aquel momento pensé que no me había salido del todo mal, y que el niño, mal que bien, lo había entendido. Ahí quedó la cosa, y ni él volvió a preguntar, ni yo volví a sacar el tema.
Al cabo de un tiempo, no sé cuánto, la situación se repitió.
- "¿qué tal hoy?
- me han preguntado en qué trabajáis mamá y tú.
- Muy bien. Y que has dicho de mi trabajo - pregunté con cierta curiosidad por saber qué había quedado de aquella conversación que tuvimos tiempo atrás.
- Que le pones los asientos a los aviones" - dijo todo serio, como quien dice una verdad como un templo y está convencido de ella.
Yo me quedé sin palabras. Desconozco el momento en el que todo se torció, y no tengo ni idea de cómo los asientos del avión llegaron a la imaginación de mi hijo. Pero reconozco que me reí.
viernes, 30 de noviembre de 2018
Así puede cambiar la Ley de Protección de Datos tu forma de hacer auditorías
La ley de protección de datos ha llegado a todos los ámbitos, y las auditorías no podían ser menos.
Veamos: Una auditoría es, según ISO 19011 como un "proceso sistemático, independiente y documentado para obtener evidencias objetivas y evaluarlas objetivamente con el fin de determinar el grado en que se cumplen los criterios de auditoría", y esas "evidencias objetivas" se definen como "Registros, declaraciones de hechos o cualquier otra información que sea pertinente para los criterios de auditoría y que son verificables". Hasta ahora, cuando ibas a auditar a otra empresa, un proveedor por ejemplo, podías encontrarte en una situación en la que pedirías la lista de personal, y con tu perverso dedo (puedes ver una pequeña reflexión sobre dedos y perversidades pinchando aquí) una o varias personas de las que solicitar los correspondientes registros. La conversación podría ser algo así:
- "Bien, vamos a ver ahora el cumplimiento de vuestro personal de mantenimiento con el Plan de Formación publicado. Por favor, muéstrame la lista de todas las personas que pertenezcan al departamento de Mantenimiento- pides educadamente.
- Sin problemas. Aquí está
- Perfecto. Por favor enséñame los registros de formación de [Nombre1] y [Nombre2] - dices, señalando dos nombres al azar
- Estos son. Aquí están todos los certificados de los cursos - El auditado responde sin pestañear
- Vale. No encuentro ningún registro del curso de [Título del Curso] para [Nombre2]. ¿No lo ha hecho, o es que el certificado se ha traspapelado? - Lo dices con total tranquilidad, pero en tu interior sabes que esta vez es posible que hayas mordido una buena presa. Miras la cara del auditado, y una sombra de terror casi imperceptible se asoma a sus ojos.
- Tiene que estar. ahora te lo buscamos - responde con un sutil temblor en la voz, mientras agarra el móvil, marca una extensión y le dice, con mal disimulada intranquilidad a quien está al otro lado - Oye, mira a ver dónde está el certificado de [Título del Curso] de [Nombre2] que no está en la carpeta donde debería estar y lo está pidiendo el auditor. Tiene que estar en algún sitio, porque seguro que lo ha hecho. Tráemelo en cuanto lo tengas. Es urgente. Luego se vuelve hacia ti, y con la más absoluta calma, comenta: Ahora nos lo traen. Se ha debido traspapelar".
Pero no. No te lo traen. No está, y no queda más remedio que abrir una No Conformidad que redactas más o menos así:
"No se encuentra evidencia del certificado de [Título del Curso] para [Nombre2], tal y como requiere el plan de Formación Revisón xx de [Fecha] en vigor en el momento de la auditoría"
Ahora, con la excusa de la Ley de protección de datos, la cosa podría ser más o menos así:
- "Bien, vamos a ver ahora el cumplimiento de vuestro personal de mantenimiento con el Plan de Formación publicado. Por favor, muéstrame la lista de todas las personas que pertenezcan al departamento de Mantenimiento- pides educadamente.
- Verás, el Plan de Formación que tenemos no está publicado, porque contiene algunos datos personales. No te puedo enseñar más que la introducción, en la que decimos básicamente que nuestro personal está formado - te responde el auditado mirándote a los ojos.
- Bueno, justamente lo que necesito es comprobar que eso se cumple. Por favor, muéstrame la lista de todas las personas que pertenezcan al departamento de Mantenimiento - Algo en tu cabeza te dice que la cosa hoy va a ser complicadilla.
- Es que la lista de personal no la puedes ver, porque están los nombres de los trabajadores, y eso es información personal - el auditado se siente fuerte al decirte esto, pero tirando de imaginación le dices, señalando a dos personas que están trabajando por allí,
- No pasa nada. ¿Esas dos personas tienen las mismas funciones? - Preguntas despacio, aunque en realidad estás a punto de asesinar cruelmente al auditado, y sólo te contienes porque eso sería muy feo.
- Sí. Son las dos de mantenimiento y tienen la misma categoría. - Te responde sin entender muy bien.
- Muy bien. Por favor muéstrame los registros de formación de esas dos personas.
El auditado busca esos registros que le has pedido, los observa poniendo ostensiblemente la mano delante para que tú no lo puedas ver y te dice:
- Aquí están, pero no te los puedo enseñar, porque vienen los nombres, y en algunos casos, el número de DNI y la fecha de nacimiento. Y ya sabes,...
- Si - interrumpes con más frialdad en la voz de la que sería profesionalmente deseable - son datos personales protegidos y todo eso.
- Veo que me entiendes - te dice sin más.
La cosa se pone difícil de verdad, pero no cejas en tu empeño.
- ¿Cuántos certificados hay? - preguntas de improviso, sin dar tiempo de reacción al auditado
- Pueeees, cinco para uno y cuatro para el otro - observa el auditado con terror en su mirada
- ¿Y por qué no son cinco y cinco? - te relames
- Déjame ver, alguno se ha debido traspapelar. Voy a preguntar.
Y dicho esto, agarra el móvil, marca una extensión y le dice, con mal disimulada intranquilidad a quien está al otro lado
- Oye, mira a ver dónde está el certificado de... - De repente se da cuenta de que estás allí, baja la voz, se da la vuelta, se aleja unos pasos y dice algo que no puedes oír, pero que te imaginas. Luego se vuelve hacia ti, y con la más absoluta calma, comenta: Ahora nos lo traen. Se ha debido traspapelar".
Pero no. No te lo traen. No está, y no queda más remedio que abrir una No Conformidad que tras pensarla durante una eternidad, redactas así.
"Dos personas con misma categoría mismas funciones tienen distinto número de certificados de formación. Dado que no se muestran evidencias de que el Plan de Formación sea diferente para diferentes personas que trabajan en los mismo, se evidencia que una de ellas ha recibido algún curso de formación menos del que debería, en el momento de la auditoría".
Esto parece exagerado y seguramente lo sea, pero siempre puedes ir a una isla, más o menos lejana, y darte cuenta de que esto también te puede pasar a ti. Hay auditados en las islas. A ellos va dedicado este cuento.
viernes, 23 de febrero de 2018
Que quiero pagar la cuenta, ¡se lo juro!
Si el hecho de comer en determinados sitios ya puede resultar una aventura, por no estar familiarizados con las especialidades locales, o simplemente por no ser capaces de descifrar la carta en el idioma del lugar, el inevitable acto de pagar la cuenta puede a su vez depararnos algunas sorpresas. Uno siempre piensa que pagar por lo que has comido, por ser algo universal, es algo que trasciende al país, al idioma, a la cultura, y a todo. Nada más lejos de la realidad. A pesar de que pagar la cuenta es una práctica estándar, existen infinitos procedimientos.
Pagar, al final he pagado en todas partes. Faltaría más. Pero algunas veces me han pasado cosas interesantes.
En Dubai, junto con la comida nos trajeron la cuenta y un sonriente camarero (de la India generalmente) esperó de pie junto a la mesa, pacientemente, hasta que pagamos. Luego se fue, y me quedé con la sensación de que me había tomado por un delincuente en potencia que le iba a hacer un "simpa" a las primeras de cambio. Para completar el trauma, después pedimos el postre, y ocurrió lo mismo. No contentos con ello, al traernos la segunda cuenta, del postre, nos dimos cuenta de que no habíamos pedido los cafés, con lo que al final nos encontramos con tres facturas para la misma comida, algo que tuve que explicar convenientemente al de contabilidad, que pensaba, él también, que yo era un delincuente en potencia que quería colarle más gasto del éticamente permitido.
En Rumanía pagué al final, todo junto, y no me dieron más que un ticket. Como ese gasto corría por mi cuenta y no tenía que justificarlo a la empresa, opté por dejar el ticket allí... Grave incorrección.
Una de las camareras, después de decirme algo que no entendí, una vez que me dí la vuelta para irme, salió literalmente corriendo detrás de mí, y me siguió hasta fuera del local para entregarme el ticket. No entendí muy bien por qué lo había hecho, y el ticket acabó en la papelera de la recepción del hotel, sin mayor remordimiento por mi parte. Espero que en el improbable caso de que aquella muchacha lea esto, y en el más improbable caso de que se acuerde del suceso, no se ofenda. Luego me enteré de que allí rige una curiosa ley, prevista, supongo, para evitar el fraude en la declaración de impuestos: Si el establecimiento no emite una factura (Creo que lo llaman "Bon fiscal"), el cliente tiene derecho a no pagar. Así, casi parece más importante que el cliente se lleve el papelito a que pague, aunque una cosa lleve a la otra. Y te persiguen... vaya si te persiguen... Debe haber mucho delincuente en potencia que denuncia a los establecimientos a pesar de que hayan cumplido correctamente con la ley.
También conseguí que me persiguieran en Estados Unidos. El problema en ese caso es que pagué lo que ponía el ticket, y no dejé propina. Un tipo se me acercó, se presentó como el gerente del establecimiento, y muy educadamente me preguntó si estaba molesto u ofendido por algo, o si no me habían tratado bien. Le dije que no, que la atención había sido correcta y que no tenía quejas. En ese momento me puso cara de confusión, y me preguntó, directamente
- Entonces, ¿por qué no ha dejado propina?
Yo, que no soy de callarme en esos casos, le respondí la verdad.
- Porque la comida, para lo que ha sido, me ha parecido demasiado cara.
Sin cambiar el gesto, el supuesto gerente replicó
- Eso no tiene que ver con la atención. La propina es para la camarera, y si no le da propina, no cobra.
Desconozco si eso era verdad o no, pero el caso es que por no discutir, le dejé una propina que espero que le llegara íntegra a la chica que me atendió (Yo también soy libre de pensar que el otro es un delincuente en potencia que se va a llevar el dinero destinado a la otra persona).
El último caso curioso (de hoy) me ocurrió en Bulgaria. Éramos cuatro personas, y cada cual se iba a pagar lo suyo, así que cuando trajeron la cuenta, sacamos cada uno nuestra tarjeta de crédito. Al ver que pagábamos por separado, el camarero puso cara de fastidio, se fue sin dar explicaciones (que igual no habríamos entendido) y volvió con cuatro tickets de importes iguales, cada uno, al cuarto del total. Cuando le dijimos que cada cual pagaría sólo lo que había consumido, y que por lo tanto no hacían falta cuatro tickets iguales, nos dijo que:
- No se puede. el Jefe sólo me deja dividir la cuenta en partes iguales.
No nos esperábamos eso, así que tras calcular rápidamente lo que cada uno tenía que pagar, acordamos entre nosotros que uno solo pagara todo, y los demás ajustarían cuentas con él después.
- Bueno, le dijimos entre español, inglés y gestos, entonces cóbrate todo de esta tarjeta.
Al hombre se le cayó el alma a los pies. Más o menos nos vino a decir algo así como:
- Si ahora vais a pagar todo junto, tengo que ir a por otro ticket, porque el de antes ya lo he roto.
- Que no, que no pasa nada, que yo me quedo con los cuatro tickets, le dije por acabar el asunto y que no tuviera que ir de nuevo a la caja a hacer el trámite.
- No se puede, el Jefe no permite cobrar más que lo que dice un ticket.
El Jefe en cuestión empezaba a parecerme un tipo cansino.
- Y cobrar los cuatro tickets, uno a uno, con la misma tarjeta, ¿Puedes? ¿O tampoco?
- Eso sí puedo, dijo para mi sorpresa.
- Pues dale. Por fin parecía que habíamos llegado al final de este espinoso asunto.
Pero no. Mi tarjeta no funcionó. Quizás porque estaba en Bulgaria, o porque no había cobertura del datáfono, pero no funcionó, y el pago lo tuvo que hacer otro.
Y de nuevo se me quedó la horrible sensación de que alguno pensaba que yo era un delincuente en potencia que no quería pagar la cuenta.
Ajusté cuentas en Madrid, al volver, y pagué todo lo que debía. Por si alguno todavía estaba pensando algo de delincuentes en potencia.
martes, 2 de enero de 2018
Paseando en la abandonada Ciudad Amarilla
Además del silencio y de la ausencia de gente en las calles, te llama la atención la luz amarilla. Todo es amarillo a tu alrededor. Todo tendría un aire apergaminado, rancio, enfermo... de no ser porque no te has cruzado con nadie. Ni en la plaza del Ayuntamiento, ni en las calles más comerciales, ni en las zonas con mayor saturación de tráfico. Nadie. Las aceras están vacías, los coches todos aparcados y no has visto ningún vestigio de vida en todo el tiempo que llevas caminando, tu solo, en esa ciudad abandonada. O muerta.
A estas alturas, tienes claro que no cenas. Has pasado por varios restaurantes, todos cerrados. Hasta el chino de aquella esquina esta cerrado.
Y todo está en silencio. ¿Dónde están todos? ¿Dónde han ido? ¿Qué les ha pasado?
Llegas a la entrada del pueblo. A la carretera que siempre está atascada. Y no hay nadie. Ni un coche, ni una bicicleta a la que tan aficionados son en ese lugar. Nada. Aquí tampoco hay vida.
viernes, 10 de noviembre de 2017
Un café, por favor. Normal.
Hablar de procedimientos lleva a pensar en la calidad, y hay que tener en cuenta que el día 7 de Noviembre fue el Día Mundial de la Calidad. Esa noche, acudí a una cena de trabajo.
Situamos la escena en un restaurante de la madrileña calle de Zurbarán, a las ocho de la tarde. Asisten ocho personas con la intención de preparar una Mesa Redonda sobre Formación Profesional que se celebraría al día siguiente. Sale, inevitablemente, el tema del café y de sus diferentes formas de preparación (vaya, no soy el único que tiene en mente el café como ejemplo práctico de diversidad) y uno de los comensales expone una de las maneras que tiene de llamar a un determinado café.
Tanto nos sorprende, que empiezo a darle vueltas a la dimensión de semejante definición, y me propongo comprobar si lo que dice tiene sentido. He tardado tres días en tomar acción: Esta mañana he ido a desayunar a un bar. Me he apoyado en la barra y he esperado a que me atendieran.
- "Buenos días, le digo al camarero cuando me mira, ¿me pone una tostada con mantequilla y mermelada y un café?, por favor.
- Buenos días, me responde el camarero, una tostada y... ¿cómo quiere el café?
- Pues uno normal, respondo con absoluta normalidad.
- ¿Con leche? me pregunta extrañado.
- No, uno estándar, por favor, intento indicarle.
- Disculpe, pero creo que no le entiendo. Le preguntaba por el café, que cómo lo quiere. La cara del camarero indicaba bien a las claras que no miente. Es verdad que no me ha entendido.
- Pues uno básico, digo en tono conciliador, como última posibilidad para aclarar el malentendido.
- Pues verá usted, está un poco serio, como con ánimo de terminar la conversación, le puedo poner un café solo, uno con leche, un cortado, o lo que quiera, pero uno básico no sé lo que es.
Bien. Al menos en ese bar, no puedo aplicar los calificativos de "normal", "estándar" o "básico" al café. Eso me deja más tranquilo, porque el ejemplo de mis cursos sigue siendo pertinente.
Para los curiosos. Al final me tomé un café solo. Sin azúcar.
Le expliqué al camarero lo que había pasado, y que le había elegido como "cobaya" para el experimento social-cafetero que iba a hacer, y que lo escribiría en este blog (de hecho empecé allí mismo con el portátil, que algunos llaman "laptop", vaya usted a saber por qué). Me pidió que no citara su nombre, pero me prometió que entraría a leerlo cuando estuviera publicado y me invitó al café. Mañana volveré a desayunar allí. Es un tío majo.